CULTURA

Un sacerdote argentino en Cannes

Por: María Montero

El padre Martín Bernal cuenta su experiencia como miembro del jurado ecuménico de la reciente edición del gran festival de cine.
Comparte

La presencia de un sacerdote argentino en el reciente festival cinematográfico de Cannes no pasó  desapercibida para nadie, especialmente cuando es el primer religioso latinoamericano en diez años en ocupar
un banco del jurado en la 64º edición de lo que suele llamarse “la fiesta de las selecciones”.
Desde niño el padre Martín Bernal miraba las películas con una especial atracción. Sentía que ese lenguaje, la narración, sus imágenes y símbolos, lo representaban. Hoy dice que desde esa época encuentra una fuente de espiritualidad al ver en muchas de ellas “parábolas cinematográficas”.
Pero aunque este sacerdote de 46 años, director pastoral del colegio Sofía Barat, de Castelar, se sorprendió con la invitación, no es un improvisado en esto. Además de cura, arquitecto, filósofo, periodista
con un posgrado en opinión pública y cursando la licenciatura en comunicación, es vicepresidente de Signis Argentina, una organización católica dedicada a la producción audiovisual. 
En el caso del festival de Cannes, se convocó a un jurado ecuménico compuesto por 3 protestantes y 3 católicos. Y Bernal fue uno de ellos. Sin duda le sirvió su experiencia anterior en el Bafici, el festival de cine independiente de Buenos Aires, que también lo tuvo como jurado en 2005 y 2010.
Si bien el premio del Jurado Ecuménico se da a un film de la competición of icial, sus seis miembros debieron ver, además, una serie de películas en secciones paralelas (Un Certain Regard, Quincena de realizadores, Semana de la crítica). “La tarea fue muy intensa y seria porque para decidir la entrega del premio nuestro equipo se reunió regularmente durante el festival, para analizar y comentar las películas”, cuenta el sacerdote. Y aclara: “Debatimos y deliberamos en respeto e independencia”
 “El criterio que utilizamos para elegir el ganador -explica Bernaltiene que ver con la calidad artística y la presencia de valores humanos positivos y universales presentes en el Evangelio”. En este caso la seleccionada fue “This must be the place”, de Paolo Sorrentino. 
El jurado ecuménico también otorgó dos menciones especiales a las películas “¿Y ahora dónde  amos?, de Nadine Labaki, de la sección Un certain regard, y a “Le Havre”, de Aki Kaurismäki, de la sección Competencia. Películas que, sin ser religiosas, expresan valores de bondad y belleza. 
“En una época tan necesitada de espiritualidad – afirma Bernal- el cine vive un momento trascendental en la cantidad de producciones artísticas religiosas que permiten entrar en contacto con historias humanas y, en ellas y a través de ellas, con el ‘espíritu’ de hombres y mujeres; es decir, con aquello que las anima, guía, les da sentido, las hace amar, luchar y lograr sus esperanzas”. Como creyente cristiano, asegura que ese espíritu
viene de Dios, que actúa en las personas y que “se magnifica si la  esta presente explícitamente”.
Bernal insiste que ese es el camino que “nos ayuda a ir más allá del consumo de productos vacíos y materialistas que nos dejan en la superficialidad, la alienación y la intrascendencia”.
Recordando las palabras del padre García Orso, otro sacerdote maestro en el séptimo arte, concluye que “el cine hecho con calidad puede ofrecernos una espiritualidad que nos acompañe en nuestras búsquedas humanas y nos comparta lo mejor que puede vivir y lograr un ser humano, y lo que el Espíritu de Dios puede estar inspirándonos.”