Numerosas familias y fieles de todas las edades acompañaron este Viernes Santo el tradicional viacrucis por las calles porteñas, en recuerdo del camino que hizo Jesús antes de su muerte, acompañados de una imagen de la Madre Dolorosa, que también llegó en procesión desde una de las parroquias de la ciudad.
El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, junto con el vicario general de la arquidiócesis, monseñor Gustavo Carrara, y varios seminaristas encabezaron la procesión, que comenzó en Av. de Mayo y Bernardo de Irigoyen.
Estaban presente la directora de Cultos y Colectividades y el subsecretario de Relaciones Institucionales del Gobierno de la Ciudad, Pilar Bosca y Eduardo Boccardo.
La marcha continuó rodeando la Plaza de Mayo para finalizar frente a la catedral metropolitana, donde monseñor García Cuerva hizo un paralelismo entre el viacrucis y el camino de la vida: “A veces también nosotros sentimos que el peso de la cruz es demasiado pesado y sentimos caer, sentimos que perdemos las fuerzas”.
“Este vía crucis se llama ‘el vía crucis de la ciudad’ y sabemos que en nuestra ciudad hay muchos hermanos crucificados”, prosiguió el prelado, y puntualizó: “Hermanos crucificados víctimas de la trata de personas y de la prostitución, hermanos crucificados víctimas del narcotráfico, víctimas de ese tráfico, de ese veneno que les meten a nuestros pibes, los mercaderes de la muerte”.
“Hermanos en la calle, hermanos enfermos, hermanos víctimas del narcotráfico, hermanos víctimas de la trata, hermanos víctimas de la crisis económica, muchas cruces, cruces pesadas”, enumeró.
Por eso, sugirió que “el único modo de revertir la cultura de la indiferencia es que me duela el dolor de mi hermano”. “Que me duela el dolor de los que están en la calle, que me duela el dolor de los pibes que parecen tener su futuro determinado con la letra C de la calle, de la cárcel o del cementerio. Que me duela el dolor de mi Argentina y de la crisis económica que hace varios años venimos arrastrando. Que me duela el dolor de los abuelos que están solos o de los jubilados que no llegan a fin de mes y no compran sus remedios”, consideró.
“Porque si nos duele vamos a llorar, como hacíamos cuando éramos chicos. Y si lloramos, fabricamos lágrimas y con las lágrimas limpiamos la mirada. Y si limpiamos la mirada quizá podemos descubrir que no está todo perdido, porque al limpiar la mirada vamos a poder descubrir que la vida se vive con esperanza, que en la sepultura de Jesús no está todo terminado”, animó.
Al respecto, señaló que “tenemos la certeza de que la muerte no tiene la última palabra. Tenemos la certeza de que Jesús venció a la muerte para siempre con su resurrección. Y esa es la razón más grande de nuestra esperanza y de nuestra alegría, a pesar de que las cruces sean tan pero tan pesadas”.
“Alcancemos a estar cerquita para poder consolar, para poder acompañar, para poder estar cerquita y aunque sea tener un gesto de ternura en medio de tanto dolor”, invitó. Y pidió “que no quede en la nada este viacrucis de la ciudad. Que nos animemos en serio a que nos duela el dolor de los hermanos, abracémoslos fuerte frente a la cultura de la indiferencia, con la cultura del encuentro y de la solidaridad”.
A su vez, destacó que “si tengo mis ojos limpios por las lágrimas posiblemente vea que la tumba está vacía, que Jesús está vivo y que en el rostro de cada hermano con el que me encuentro, Él allí está”.
“No dejemos de participar de alguna de las celebraciones de Pascua porque acá la historia no termina”, exhortó, y puntualizó que “acá la historia tiene un final bueno, un final feliz, porque el primero que abrazó nuestras cruces es Dios y no nos va a dejar tirados”.
El primado de la Argentina concluyó asegurando que “seguramente a todos nos quiera regalar la alegría de la resurrección, la alegría del triunfo de la vida y por eso el domingo, a pesar de todas las dificultades, de todas las cruces, nos vamos a poder mirar unos a otros y desde mi corazón en ese encuentro de miradas decirnos ¡Felices Pascuas! Jesús está vivo”.
“Creemos en el Dios de la ternura, de la solidaridad, el Dios que nos rescata de la muerte, el Dios que dejó para siempre la tumba vacía”, finalizó.
Fuente: En Camino