Por: José María Poirier *
Parecía imposible vencer el desafío de interpretar en una sala de teatro porteña, en castellano, la comedia
que significó uno de los más grandes éxitos del cine norteamericano: The Sound of Music con la recordada Julie Andrews. La dirección, la puesta, la coreografía, las voces … todo fue elegido bien, pero sobre todo la actriz protagónica, Laura Conforte, una vital y encantadora “novicia rebelde”, siempre y con encanto, centro de la escena.
La legendaria película de 1965 surgió a partir de la comedia musical inspirada en el libro autobiográfico de su protagonista real, María von Trapp. Los hechos ocurrieron en la maravillosa ciudad austríaca de Salzburgo, en 1938, durante la invasión de las tropas de Hitler, cuando el viudo capitán Georg Ritter von Trapp se casa con
la joven institutriz de sus siete hijos, a quienes ganó con la música y el cariño. Se trata de una historia necesariamente novelada para el espectáculo, que sigue atrapando al público con su alegría, valor y
pureza. La familia von Trapp terminará huyendo para salvar la libertad y no traicionar a su patria.
La obra pone de relieve la belleza de las inolvidables melodías que conquistaron a los siete hermanos y al público de medio mundo. La narración es sumamente emotiva, tanto durante el primer tiempo de noviciado de María como cuando ejerce de institutriz y se enamora del capitán, quien deja a la baronesa prometida para las segundas nupcias y pide la mano de la joven. También constituye una valiente resistencia ante las tropas nazis. Y, sobre todo, un canto a la familia. La lectura que ofrece La novicia rebelde entrelaza sentimientos genuinos y puros. La visión religiosa, si bien se ofrece en el contexto histórico- social de un catolicismo
conservador que no puso reparos a Hitler, revela gran sentido común y marcado respeto por la libertad de conciencia de las personas. El capitán y María, junto a los niños, se casan en el monasterio de las religiosas que los apoyan en su escondite y huida.
Las canciones de Richard Rodgers y de Oscar Hammerstein fueron traducidas e interpretadas con precisión y solvencia. Quedan rondando el oído la simpatiquísima “Do-Re-Mi”, las basadas en temas tradicionales, “El sonido de la música”, “Buenas noches” y la nostálgica despedida del militar frente a sus montañas con “Edelweiss”.
Sobresalen escenas emotivas, como María al dejar el monasterio y llegar a la mansión de la noble familia, el vals en el que el capitán y la institutriz descubren que se aman, los paseos con los chicos vestidos con tela de cortinas, el fresco idilio adolescente entre Liesl y el joven cartero (“Dieciséis para diecisiete”), el diálogo de María con la madre superiora (que la ayuda a descubrir en el matrimonio una vocación de amor), el regreso de la luna de miel y el choque con el oficial alemán y la familia en el concurso de coros.
A propósito de su estreno en marzo, Pablo O. Scholz escribía en este diario: “Mantener el candor de María y el interés del público no es tarea sencilla. Y así como el capitán buscaba a una institutriz, La novicia rebelde necesita alguien como Laura Conforte. La actriz, de amplia trayectoria en el género, es como un imán en el escenario”. Es así: la dúctil actriz y cantante sabe otorgarle a la obra la fuerza de un clásico y la levedad del arte.