-- Por Yasmín Diamore --
Los motivos, los países de procedencia, los idiomas que se escuchan y las edades -incluso las sendas- son de lo más diversas, pero el destino los une a todos en un camino. Santiago de Compostela convoca a más de 200 mil peregrinos por año y es uno de los grandes centros mundiales de peregrinación cristiana. Y, si bien actualmente existen al menos 14 rutas señalizadas para realizarla, los primeros peregrinos partían desde las puertas de sus casas. Esos valientes se arrojaban al camino arriesgando su vida para venerar -varios meses después- las reliquias del apóstol Santiago el Mayor, cuya tumba fue descubierta en el siglo IX. Dos siglos después se convertiría en una de las mecas de peregrinaje, se levantaría una catedral y toda una ciudad.
Varios Papas impulsaron la veneración de este santo que murió martirizado en Jerusalén, pero yace en España porque -según relata la tradición- fue trasladado por mar hasta tierras gallegas. El Papa León XIII se encargó en 1884 de divulgar que las reliquias de Santiago eran auténticas. Para ese entonces, el Papa Calixto II ya había concedido indulgencia plenaria a todos los que visitaran el sepulcro del apóstol cada año en el que su festividad (25 de julio) cayera domingo. Al coincidir, se lo pasa a llamar Año Santo; el último fue en 2010 y el próximo será en 2021.
Los argentinos que la hacen cada vez son más. En 10 años su presencia aumentó en un 80%, ya que mientras que en 2006 la hicieron 347, el año pasado fueron de la partida 2.062. “El boca a boca funciona muy bien”, dice Dante Rubén García (42). Este ingeniero partió en 2015 para recorrer unos 900 kilómetros en 40 días, a pie, como hace casi el 90% de los peregrinos. Dante recomienda el camino tanto que escribió un libro: “El Campo de las Estrellas”. Lo empezó mientras caminaba y lo publicó hace dos meses. Entre medio, peregrinó hacia otro lugar santo: Jerusalén. Próximamente partirá a Italia para recorrer el camino franciscano y culminar en Roma. “Peregrinar permite ver a la religión de otra manera”, reflexiona y señala: “Todo camino es un encuentro personal y espiritual muy fuerte”.
Cumplir con la peregrinación permite obtener la “Compostella”, que no es un souvenir de viaje, sino el documento que acredita haber hecho la peregrinación. La Oficina de Acogida al Peregrino promete dársela al final del recorrido a todo aquel que haya caminado o montado a caballo los últimos 100 kilómetros, o pedaleado 200. Y a todo el que declare, además, haber emprendido el camino por motivos religiosos o, al menos, en actitud de búsqueda.
La forma de demostrar los kilómetros recorridos para obtener la Compostella no es con las ampollas sino con la Credencial del Peregrino. Esta especie de “DNI del camino”, además de los datos personales y de una bendición, tiene 15 carillas en blanco para sellar al menos dos veces al día. Y no hay que preocuparse porque casi todo comercio, albergue o parroquia que asoma a la ruta cuenta con el anhelado sello. El que en nuestro país quiera obtener la credencial antes de pisar tierra española deberá solicitarla a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Argentina. Además, esta entidad asesora sobre los distintos caminos, fechas, vestimenta, calzado o mochila a llevar. Y cuando se arma un grupo parten todos juntos a Santiago.
El interesado en peregrinar deberá calcular alrededor de unos 40 euros de gastos diarios, además del pasaje. El ‘menú del peregrino’ ofrece entrada, plato principal, bebida y postre por unos 8 o 13 euros. Para dormir hay dos opciones: albergues municipales -son gratuitos y sobreviven por las colaboraciones voluntarias que rondan los 5 euros- y hoteles -cuestan alrededor de 10. Si se decide hacer en bici, pero sin llevar la propia, habrá que sumar al menos unos 15 euros diarios de alquiler.
Es fácil darse cuenta si se está en camino a Santiago. Flechas amarillas y conchas de vieira adornan árboles, paredes y pisos. Es que en la Edad Media la Compostella no era un diploma en papel sino una concha de vieira que se conseguía únicamente en Santiago. Con el tiempo, los más “vivos” vieron el negocio y empezaron a comercializarlas. Y los más vagos, que no peregrinaban, se las compraban. Cuando dejó de servir como evidencia del camino, quedó en la historia como su marca.
Para ponerse en marcha no hay recetas. Se lo puede hacer solo o acompañado, aunque el que va solo tiene garantizados encuentros fortuitos con personas de todo el mapa mundi. En uno de ellos, Rubén Cerio conoció a sus tres mejores amigos: dos navarros y una italiana. Fue en 2015, a sus 58, y durante un mes se olvidó de Rosario, donde vive, y de toda su rutina. “Desde que lo hice, no hay un minuto de mi vida que no piense en el camino”, confiesa. Decidió emprenderlo cuando sintió que necesitaba frenar, estar solo y reflexionar. Aunque no es católico, en el camino fue a misa, abrazó la imagen del apóstol y se emocionó al dejar su piedra en la Cruz de Ferro.
Como él, todo el que hace el camino francés -el más elegido y preparado- pasa por la provincia española de León y divisa de lejos un mástil de madera de 5 metros con una pequeña cruz de hierro en lo alto y miles de piedras arrojadas a sus pies. La tradición consiste en que cada peregrino traiga desde su casa una piedra y la deje como símbolo de todo lo que uno se desprende en el camino. “El camino te demuestra que con nada sos feliz igual”, cuenta Rubén. Y para no perder el sabor a Compostela, este rosarino creó un grupo en Facebook: “Argentinos en el Camino de Santiago de Compostela”. Ahí se cuenta lo que se vive.
Cualquiera sea la ruta, conviene ir con lo mínimo, recomiendan quienes más se cansaron. Aunque ahora hay todo tipo de facilidades que hacen a la higiene y buen estado del caminante, muchos de los primeros peregrinos llegaban enfermos o lastimados. Por eso, en el siglo XVI, los Reyes Católicos construyeron un hospital. Al llegar, los caminantes presentaban la concha de vieira y eran hospedados gratuitamente durante tres días. Las necesidades sanitarias de los peregrinos convirtieron al hospital en el más importante de Galicia. Pero hoy en el edificio funciona un hotel. Lo que sí persiste es la devoción y el hecho de que a muchos el camino les cambia la vida.