JUDIOS. LA NECESIDAD DEL “SALTO DE FE”.

Una restauración espiritual

El calendario hebreo está marcado por las estaciones. Y hay una relación clima-estado de ánimo. Así, Pesaj enlaza la idea de un nuevo ímpetu.
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Tzivi bar Itzjak

En el suplemento del mes pasado traté de explicar de manera didáctica que el calendario judío está marcado, entre otros detalles, por las estaciones del año (http://www.valoresreligiosos.com.ar/Noticias/cu- riosidades-del-calendario-6450). Y así como en nuestras latitudes el otoño es identificado con las hojas que caen de los árboles, en el mismo tiempo, en la zona del oriente medio, la primavera se caracteriza por las flores que renacen. Obviamente ello tiene una gran influencia en los estados de ánimo. Nuestro humor muda con el clima.

Esta relación (clima-estado de ánimo) fue percibida por los antiguos sabios, cuando con ingenio atribuyeron a la primavera, a través de la festividad de Pésaj –la Pascua judía–, una suerte de restauración espiritual, mancomunada con un hondo sentido de libertad protectora. El Pésaj (que comienza la no- che del 22 de abril y tiene una duración de ocho días) está enlazado con la idea de un nuevo y dinámico ímpetu. Para comprender este vínculo (restauración espiritual-liberación protectora) les propongo analizar la raíz de la palabra “Pésaj”. Ella proviene del hebreo clásico y significa “saltar” o “pasar por encima”. Según relata el libro de Éxodo en su capítulo 12, El Señor decide demostrar su fuerza suprema con la última de las diez plagas: la muerte de los primogénitos. Entonces, les ordena a los esclavos hebreos sometidos por el faraón que sacrifiquen un animal y que con su sangre hagan una marca en sus casas para señalarlas y distinguirlas. Al verlas, Dios “saltará” por sobre ellas, de modo tal que los primogénitos hebreos que moran en esos hogares quedarán a salvo.

Por lo tanto la palabra “Pésaj” está vinculada con un verbo que imprime una acción dinámica, la de un movimiento: el de un Dios que no es estático, y que a su vez brinda una sensación de cobijo y amparo al intervenir, desde su justicia, a favor de los oprimidos.

Los filólogos aseveran que el vocablo “Pascua”, proveniente del latín, está emparentado con el del hebreo (Pesaj), y posee un significado similar, o sea “un salto a favor de los oprimidos para restituir su dignidad”. Si esto es así, la historia bíblica y la naturaleza se homologan en un mismo mensaje.

Vuelvo entonces a la referencia de la naturaleza:

1. Ella cambia, muda, porque su fuente de creación, Dios, también lo hace.
2. Ella es policromática, pasando de los grises del invierno a la variada ga- ma de colores y tonos primavera- les. De manera similar, nuestra raíz, Dios, nos indica que cuando la opacidad y la oscuridad invaden, aparece una luz en el alma que confiere matices de alegría.
3. Ella posee una dinámica en forma de espiral. Periódicamente volvemos a los mismos climas. Al haber experimentado situaciones similares, la misma vivencia incorpora la idea de encarar los tiempos con otra perspectiva. De igual modo, cuando Dios nos convoca para que cada año retornemos a celebrar la vida, debemos hacerlo con mayor madurez al de los tiempos pretéritos.
4. Ella, cuya matriz brinda frutos para que se alimente todo hambriento, nos invita a imitarla, como a Dios, para comprometernos con el necesitado a través de actos concretos.

Así como en el mítico mundo faraónico el espíritu Divino “saltó” para superar la opresión, nuestra obra debe ser el resultado de un “salto de fe” que dignifique a todo aquel que ha sido deshonrado en su condición humana, dando un sentido a nuevas primaveras en las que todos, desde la diversidad de creencias y religiones, podamos festejar la existencia.