Por: María Montero
La relación de las comunidades cristianas con el Papa Francisco viene de larga data y nace del fuerte impulso que dio el entonces cardenal Bergoglio a la unidad de las iglesias, cuando todavía era arzobispo de Buenos Aires. En estos años no sólo promovió y apoyó el diálogo ecuménico, sino que participó de acciones conjuntas y a veces revolucionarias como fue, por caso, la invitación a una evangélica para que exponga sobre la Biblia en una reunión de obispos de la Conferencia Episcopal Argentina. Bergoglio fue también la primera autoridad máxima de la Iglesia en visitar, en 2007, la Sociedad Bíblica Argentina, donde oró y bendijo a sus empleados. Participó de retiros de sacerdotes y pastores, celebraciones conjuntas por el día de la Biblia, y encuentros de oración privados y públicos. El último, en el Luna Park, convocó a 6.000 personas. Allí compartió el escenario con pastores carismáticos y con el sacerdote Raniero Cantalamessa, conocido por ser el predicador de Juan Pablo II. Durante su presentación, el entonces cardenal Bergoglio fue ovacionado por la multitud y se arrodilló para que el pastor Carlos Mraida, de la Iglesia del Centro –la iglesia bautista más antigua de la Argentina- orara por él. Mraida, quien en los últimos años compartió varias reuniones públicas con Bergoglio, en el marco del espacio fraternal entre católicos carismáticos y evangélicos denominado CRECES, lo definió como “una de las voces proféticasde la Nación” y reconoció el respaldo que siempre había dado a todas las formas de acercamiento entre ambas religiones. El mes pasado, luego de su designación como sucesor de Benedicto XVI, el pastor Mraida advirtió que este nombramiento había provocado, en rigor, una conmoción en el país. “Se ha generado una gran expectativa –dijo- y esto también produce que de aquí en más los efectos de su liderazgo no pasarán inadvertidos sino que harán que se tenga una mayor apertura”. Mraida y otros pastores de CRECES, conocen íntimamente a Francisco por haber tenido, durante años, reuniones periódicas en su despacho para orar por la ciudad y por la patria. Desde esta relación, Mraida asegura que el fortalecimiento de la Iglesia se verá confirmado en el tiempo si se replican las características de liderazgo que tenía Bergoglio en Argentina. Es decir, “un perfil personal de despojo y humildad con un corazón pastoral cercano a la gente; una voz profética ante las injusticias sociales; una apertura humilde y práctica hacia las otras iglesias cristianas; un diálogo f luido con otras religiones que permita un clima de convivencia y armonía en la diversidad; y sobre todo un compromiso con la evangelización centrada en Jesucristo como Señor y centro”. Según el pastor bautista, la respuesta masiva de los argentinos –no sólo de católicos- ante esta nueva función, “demuestra que la inmensa mayoría creemos en Dios y que por esa misma razón queremos vivir según valores y conceptos que compartimos todos, opinar, dialogar y participar activamente desde el respeto mutuo”.